El
derecho a la libertad y el deber de la tolerancia
Hoy
nos parece natural que todos los seres humanos tengan derecho a la
libertad, pero en aquella época no era así. Todavía había
esclavos y siervos, incluso los que se consideraban libres podían ir
presos por decir lo que pensaban si ello iba en contra del gobierno.
Los reyes tenían poder absoluto y bastaba una orden suya para
encarcelar a una persona sin que pudiera defenderse. Llegaban al
gobierno en forma hereditaria y sostenían que su poder era de origen
divino. Dios les había dado ese poder y solo él podía quitarlo el
día de su muerte. Existía la censura de prensa, se vigilaban las
reuniones, la Iglesia prohibía determinados libros, los hombres de
ciencia no podían investigar libremente Contra esta sociedad, varios
pensadores defendieron el derecho a la libertad de pensamiento, de
opinión y de reunión. Admitían solo la limitación impuesta por la
ley, porque cuidaba el interés de todos. La defensa de la libertad
individual suponía la tolerancia frente a las ideas de otros.
La
separación de poderes
En
aquel entonces la mayor parte de los gobiernos europeos eran
monarquías absolutas.
No
había leyes ni garantías que protegieran a los súbditos frente a
la voluntad real. Entonces, para ser totalmente libres había que
limitar el poder del rey.
En
Inglaterra, la monarquía era parlamentaria. Junto con el monarca
existía un Parlamento que hacía las leyes y votaba impuestos. Por
eso la monarquía inglesa fue tomada como modelo por muchos
pensadores del siglo, que proponían controlar el poder del soberano
por medio de un Parlamento y una Constitución.
Uno
de estos filósofos, eMontesquieu propuso que el poder del Estado no
se concentrara en una sola persona —el rey—, sino que hubiera un
poder que hiciera las leyes (el Poder Legislativo), otro que obligara
a cumplirlas (el Poder Ejecutivo) y un tercero que juzgara a quienes
no las obedecían (el Poder Judicial). Los tres poderes se
controlarían entre sí evitando abusos de autoridad. La idea de la
separación de poderes fue adoptada por la mayoría de los gobiernos
modernos.
John
Locke (1632-1704)
Quien
primero expuso la idea de que los hombres nacen con algunos derechos
fue John Locke, a fines del siglo XVII. Este pensador inglés
afirmaba que por el solo hecho de pertenecer a la especie humana, las
personas tenían derechos naturales. Estos eran el derecho a la
libertad, el derecho a la igualdad y el derecho a la propiedad. Los
historiadores consideran que su pensamiento fue un antecedente muy
importante de las nuevas ideas del siglo XVIII
Voltaire
(1694-1778)
Voltaire
fue uno de los más enérgicos defensores de la libertad de
pensamiento y de la tolerancia. Combatió toda forma de imposición
de
ideas, ya fuera por parte de los reyes o de la Iglesia. Fue
perseguido, aunque hubo reyes que lo invitaron a sus palacios.
Instaló su vivienda en la frontera de Francia para poder cruzar al
país vecino si llegaban a detenerlo las fuerzas del gobierno.
Cuentan que discutiendo con alguien que pensaba diferente, expresó:
«No estoy de acuerdo con una sola palabra de lo que usted dice, pero
defenderé hasta la muerte su derecho a decirlo».
República
y soberanía popular
Voltaire
y Montesquieu proponían un cambio importante en la forma de gobierno
pero no plantearon eliminar la monarquía. Juan Jacobo Rousseau
fue más lejos. La propuesta de él era que los hombres hicieran
un nuevo pacto que reconociera la igualdad de derechos entre
ellos y diera origen a leyes que garantizaran estos derechos.
En
cuanto al gobierno, Rousseau sostenía que el poder de gobernarse
estaba en el pueblo reunido. Por tanto, el «soberano», no era
el rey sino el pueblo.
La
idea de la soberanía popular era realmente revolucionaria, ya
que implicaba la sustitución de la monarquía por el poder del
pueblo. Este elegía los gobernantes por un determinado número de
años. Ellos tomaban las decisiones en representación del pueblo,
pero el poder permanecía siempre en el pueblo. A esta forma de
gobierno la llamó república. En una república, el
gobierno es elegido por el pueblo por un determinado número de años.
Toma las decisiones en representación del pueblo que le ha delegado
esta función, pero no es el dueño del poder.
Absolutos
pero no tanto
Cuando
decimos que los pensadores ilustrados querían limitar el poder
absoluto de los monarcas o terminar con ellos, nos queda
la
idea de que los reyes absolutos eran todo poderosos. Los
historiadores nos dejan claro que no era así. Los monarcas absolutos
también
debían obedecer algunas leyes y eran responsables de sus actos ante
Dios. Además, para aplicarlas necesitaban gran cantidad de
funcionarios que los ayudaran a gobernar.
Juan
Jacobo Rousseau (1712-1778)
Para
Rousseau, la civilización no había mejorado a los hombres; por el
contrario, el afán de riquezas y de poder los había conducido a la
injusticia y la tiranía. En su libro El contrato social,
Rousseau propone volver a fundar la sociedad con un nuevo pacto,
basado en la forma republicana de gobierno.
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