miércoles, 24 de julio de 2013

Revolución Francesa

 La Revolución francesa 

La sociedad francesa estaba dividida en tres grupos llamados estados u órdenes, cada
uno con sus derechos y obligaciones. Los dos primeros órdenes eran el clero y la nobleza.
Constituían la minoría de la población pero poseían gran parte de la tierra y muchos privilegios.
Entre ellos, el de poder ocupar cargos de gobierno y el no pagar impuestos. El tercer
orden era el «tercer estado»: la mayoría de la población. Era un grupo muy heterogéneo. En
él había grandes comerciantes y ricos banqueros cuyo principal interés era intervenir en el
gobierno. Junto con ellos, una enorme masa de campesinos, pequeños comerciantes y artesanos
intentaba terminar con los impuestos abusivos. Finalmente, los jornaleros y mendigos
procuraban mejorar su miserable situación.

Precios altos e impuestos

La situación económica de Francia a fines del siglo XVIII no era
buena. El rey y su corte llevaban una vida lujosa, derrochando dinero
en fiestas y expediciones de caza; la guerra contra Inglaterra en
Norteamérica había costado mucho. A todo esto se sumó una serie
de malas cosechas. Subió el precio del pan y otros artículos de primera
necesidad.
Para pagar estos altos costos, el gobierno aumentó los impuestos
al tercer estado y pensó en la posibilidad de cobrarles también a
los nobles.
La nobleza protestó pidiendo que se reunieran los Estados Generales,
que era la asamblea de los tres órdenes que tenía la función
de aprobar los impuestos. El rey no tuvo más remedio que hacerlo.

La primera conquista del tercer estado

Finalmente, los Estados Generales se reunieron en Versalles en mayo de 1789. Apenas comenzadas
las sesiones, los diputados del tercer estado pidieron cambiar la manera de votar lo
que se discutiera allí. Hasta entonces se contaba un voto por orden, es decir que el clero tenía
un voto, la nobleza tenía un voto y el tercer estado tenía un voto. Pero el tercer estado tenía
muchos más diputados que los otros órdenes, porque representaba a mucha más gente, entonces
pedía que se votara por cabeza; es decir, un voto por persona. Con esto lograría tener la
mayoría.
La idea fue rechazada por el rey, la nobleza y el clero; entonces los diputados del tercer
estado se fueron de la sala y se reunieron en otra parte del palacio —la cancha de pelota— y
juraron formar una asamblea nacional y no separarse hasta lograr sus objetivos.
Finalmente el rey cedió y los Estados Generales se transformaron en Asamblea Nacional,
admitiendo que el voto fuera por cabeza. Primera victoria del tercer estado.

El pueblo en la revolución

La segunda victoria del tercer estado fue lograr que el rey aceptara una Constitución. Esto
iba mucho más lejos de lo que había pensado Luis XVI al convocar los Estados Generales, pero
la votación fue favorable a la iniciativa y la asamblea se transformó en Asamblea Nacional
Constituyente, para redactar la Constitución.
Al mismo tiempo que se discutía en Versalles, en París sucedían acontecimientos igualmente
importantes. Los más pobres, protestaban por la carestía del pan, por las decisiones autoritarias del rey
y por los privilegios de los nobles y los clérigos. El 14 de julio de 1789, con picos y palas en
mano, tomaron por asalto la cárcel real, llamada Bastilla. Los
guardias opusieron poca resistencia, probablemente porque estaban
de acuerdo con los reclamos populares.
Ante el temor de una reacción de los nobles, los campesinos
asaltaron e incendiaron castillos. Esta ola de rebeliones se conoció
como «el gran miedo», pues causó pánico en toda Francia.

La Declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano

La Asamblea Constituyente aprobó una serie de leyes favorables a los campesinos y comenzó a elaborar la Constitución.
El preámbulo de esa Constitución es uno de los documentos más famosos de la historia:
se trata de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, aprobada el 26 de
agosto de 1789. En ella se afirman los principios de los grandes pensadores del siglo XVIII:
derecho a la libertad, a la igualdad ante la ley, a la seguridad, a la propiedad y a resistir a
la opresión.

Avances y problemas de la revolución

La Constitución de 1791 estableció una monarquía parlamentaria. Esto terminó con la
monarquía absoluta, ya que el poder del rey fue limitado por una Constitución, y por una
Asamblea Legislativa, encargada de hacer las leyes. Los diputados que formaban parte de la
asamblea eran elegidos por la gente que tenía derecho a voto, es decir los varones propietarios:
era una Constitución censitaria.
La aristocracia y una parte de clero se opusieron a ella. Algunos nobles empezaron a emigrar
y muchos sacerdotes fueron expulsados de Francia. El rey intentó huir, pero fue descubierto
y arrestado junto con su familia.
Para los revolucionarios, la huida del rey en medio de la guerra fue considerada una traición.
Para parte de la población, que el rey estuviera preso era algo imposible de imaginar; por eso
muchos campesinos se pusieron en contra de la revolución. También los reyes extranjeros
salieron en defensa de Luis XVI y prepararon la invasión a Francia.

El establecimiento de la república

En 1792 estalló la guerra entre los revolucionarios franceses y una alianza de reyes europeos.
La Asamblea Legislativa fue sustituida por otro organismo —la Convención— dirigida
por Maximiliano Robespierre, un jacobino.
La sospecha de que el rey y la reina serían liberados por los reyes extranjeros para establecer
otra vez la monarquía absoluta, decidió a muchos revolucionarios a proclamar la abolición de
la monarquía y el establecimiento de una república.
No todos estaban de acuerdo con esto; para muchos, la revolución había logrado su objetivo
con la monarquía parlamentaria. Pero el grupo más radical resolvió proclamar la república el
21 de setiembre de 1792. Cuatro meses después, Luis XVI fue guillotinado en la plaza pública.

La revolución termina en un imperio

La situación de Francia era caótica. La guerra no había terminado; la agitación social y las
rivalidades entre los revolucionarios ponían en peligro al gobierno. Robespierre impuso una
autoritaria política de terror, arrestando y guillotinando a los opositores o a los sospechosos
de serlo.
También en estos años se aprobó otra Constitución —la de 1793— que permitía el voto
universal, sentando las bases de un sistema democrático. Nunca se puso en práctica.
En julio de 1794, los grupos moderados, apoyados por los burgueses ricos que querían tranquilidad
para sus negocios, arrestaron a Robespierre, que finalmente murió en la guillotina.
En los años siguientes, la guerra se tornó favorable a Francia, gracias a un joven general,
Napoleón Bonaparte, que no solo rechazó el ataque extranjero, sino que conquistó gran
parte de Europa. En el año 1804 fue coronado emperador de los franceses.
Así, la gran revolución que había empezado con la idea de limitar el poder del rey terminó
con un emperador a la cabeza de Francia.

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